Vuelvo
de una ciudad
para
anclarme en otra.
Los
muros grises, el aliento de los oriundos
los
estorninos siguiéndome, formando una manta en el cielo
-que
no me tapa-
En
el tren pienso, que a pesar de las ventanas, dentro no hay belleza,
que
todo lo que veo es pasajero,
-que
soy una pasajera más en el trayecto-
que
admirar la belleza es anhelar.
Esta
ciudad y la mía
siguen
estando llenas de ideas, con pájaros vacíos,
de
gritos mudos.
Hay
gaviotas siempre. Y yo te veo en cada mar de Barcelona,
en
los acentos de tanta gente.
Será
que no necesito excusas para recordarte,
que
todo lo que tiene belleza me atrapa con tu nombre –y tu cara, y el olor de la
ropa puesta en ti-
Será,
que no hay lenguaje cuando se quiere pensar.
Sólo
hay fotografías de Yutha Yamanaka en este puerto, en cada nube sombría
que
deja entrever un poco de luz
-para
que seamos un poco menos felices-
Podría
ser que quiero leer siempre para ver si alguien ya ha escrito sobre ti
o
es que te sigo buscando hasta en la más ínfima escena.